Se escucha el sonido de los cascos golpeando fuertemente el suelo donde estoy dormida. Se acercan desde la montaña bajando a toda prisa hacia el prado. Me levanto y admiro esas poderosas almas, que guardan espíritus indomables. Tiembla la tierra bajo sus cascos, el viento balancea suavemente su crin, esa crin que he de admirar desde mi lugar. Pasan galopando a mi alrededor libres con ansias de vivir. Logro levantarme otra vez, y esta vez para admirar ese paisaje que nunca más volveré a soñar. Estilizado con cuerpo sombrío pura raza sangre real, caballo de bella estampa. Estampa que sea de cuidar. Conjunto de bellos movimientos, eres mi vida. Pausado caminante que me llevara, a ese lugar soñado que jamás podría contemplar. En los lomos de ese corcel, hacia caminos abiertos galoparé. Quienquiera que me viera, me verá cabalgando en sentimientos de libertad. La nobleza del pura sangre que resalta la sagrada lealtad. La manada que libre vive, es una panorámica para cerrar los ojos y escuchar. Ojalá pudiera quedarme para siempre en este lugar, ojalá nunca pudiera bajar. Corcel indomable, eres mi vida. La razón de mi existir, eres tú. Mi único seguro de que en esta vida se puede ser feliz. No me dejes nunca corcel, no te alejes de mi lado, porque perderé la luz que me alumbra. Empieza a trotar mi indomable corcel, al trote, al trote, al trote. Sin bridas ni doma, sin silla ni cercados. Apresados por el viento nos mecemos en él. En Pegaso te transformas y los dos nos fundimos en un solo ser. Acaricié su suave crin y su gran lomo, con el mayor cariño que podría expresar alguna vez. Ahora somos solo tu y yo en este mundo tan poblado. ¿Por qué la vida es tan injusta? Eres mi vida, y no puedo tenerte. Al paso, al paso, al paso, nos vamos deteniendo. En el rostro una lágrima y los dos sin prisa. Mi mirada prendida en tu mirada, dice cuanto me harás falta cuando te vayas. Por la noche cobijados, las estrellas al brillar ven dos seres que nacieron para estar juntos. Me quedo mirándote hasta que aparecen los primeros rayos del sol. Cierro los ojos para sentirte una vez más. Ya es hora de despedirme, la realidad me arrastra aunque me aferre con el corazón. De repente lo veo todo claro, el prado ahora es solo frías baldosas de mi habitación. La suave brisa de mi ventilador todavía andando me recuerda que todo fue un sueño, un largo sueño. ¿Cuanto estuve dormida? Ojalá hubiera sido toda una vida.
Anna Rey-