25.6.19



Géminis es, por antonomasia, el signo de la dualidad. Es también, y este rasgo es menos conocido, un signo que denota profundidad. En los Géminis podemos ver y percibir el exterior, sin embargo, más allá de la apariencia pueden mostrar un mundo complejo y completamente distinto al reflejado.


Un Géminis denota una personalidad compleja, intrincada y a veces contradictoria. El sentido común aconsejaría no tratar de analizar una personalidad como ésta, sin embargo, esbozaremos unas cuestiones generales para conocer mejor a un o una Géminis si lo tenemos al lado o, para conocernos mejor si hemos nacido entre el 21 de mayo y el 21 de junio.


Comenzaremos diciendo que, para todo Géminis que se precie existe una necesidad intrínseca a su persona de disfrazar los motivos de sus actos, de confundir la esencia de las cosas, de deformar la naturaleza de sus acciones o sus pensamientos. A veces un Géminis hará una cosa, pensando en otra distinta. Observamos así una pasmosa versatilidad en palabra y acción que, unida a su gran elocuencia y su facilidad de palabra, podemos sentirnos imbuidos por la destreza de un Géminis para hacer precisamente lo que éste quiere que hagamos, a pesar de nuestras reticencias.


Es cierto. Lo diremos: a veces la facilidad de palabra y su manera de pensar, de sentir y de expresarse de un Géminis, puede conducir al engaño de terceros. Un Géminis puede ser, en potencia, un embaucador. Es experto en el malabarismo léxico y en disfrazar medias mentiras de aparentes verdades. Géminis tiene la virtud de deslumbrar y seducir con su inteligencia y su virtuosismo mental.


Quizá, tal y como demuestran los astros, en lo profundo de su esencia, un Géminis buscará siempre un ideal sin saber cuál puede ser. La vida puede convertirse en una auténtica búsqueda. Podría ser cualquier cosa, debido a que su imaginación no presenta límites conocidos: un amor lejano, una mujer que no existe, dinero, fama, triunfo… quién sabe. En este caso Mercurio siempre conducirá a Géminis a una perpetua sensación de querer más, de buscar más, de añorar más. Este hecho puede ser incluso lesivo para las personas Géminis.



Sus ojos pueden ser fascinantes, pero profundos, tanto que uno no alcanza a discernir que hay al final, su sonrisa puede ser perfecta y seductora, su palabra puede ser puro veneno que haga soñar, incluso sus gestos o su elegancia. Son tantos los talentos que puede llegar a emplear un Géminis y sin embargo, en su propia naturaleza lleva la infelicidad. El no sentirse contento con lo que tiene, el querer seguir buscando, el anhelar más, el ser autoexigentes son cuestiones que quiebran algunas de las virtudes del Géminis.


Géminis es un signo muy social. Para ser, necesita “serse” en su entorno. Mirarse y reflejarse a través de sus actos y sus palabras. Encandilar y adquirir relevancia. Géminis es también, como ya hemos dicho, un ser que presenta profundas contradicciones y una personalidad dual y desconocida para todos. Solo un Géminis sabe la verdadera profundidad y trascendencia de sus ideas, sus actos y sus actitudes. La palabra, los gestos, aquello más externo y social es solo una suave y sofisticada gasa que nubla los ojos de todos aquellos que acompañan o sienten cerca la magia de un Géminis.


Podríamos establecer la metáfora de relacionar a un Géminis con un espejo. Podemos observarnos en la pulida superficie, sin embargo, jamás conocemos que hay detrás.


Por otra parte, los Géminis suelen ser personas de gran adaptabilidad, inteligentes y versátiles. Son, por regla general, personas que les gusta leer, lo cual facilita su facilidad de palabra y les permite, también desarrollar su desaforada personalidad, su imaginación y sus destrezas comunicativas.


Resumiendo. Tener al lado a un Géminis es quizá lo más parecido a tener una montaña rusa cerca. A través de un Géminis podemos casi llegar a rozar las nubes con nuestro dedo, sin embargo, nunca sabremos la verdadera realidad de esa nube y ese tiempo.


Como ya hemos dicho, la naturaleza de un Géminis es doble y muy compleja, contradictoria a veces. Se puede debatir entre la sinceridad y el engaño, entre la dulzura y la ira, entre la vida y el sueño, entre lo real y la ficción. No, no es cosa que ellos quieran hacerlo a propósito, simplemente que así es su naturaleza y, evidentemente, así hemos de aceptarlos.